Mientras en la vanguardista Feria CES siguen jugando a “Los Supersónicos” y presentan un auto girocóptero para el que es necesario tener licencia de piloto, la humanidad aún no logra encontrarle la vuelta a los coches eléctricos y sus mañas.
Este enero pandémico tuvo rastros de futurismo plasmados en la conocida convención tecnológica CES (Consumer Electronics Show), en la que los ojos del mundo entero pudieron posarse en robots esclavos que aspiran polvo, lavan platos y nos sirven también una copa de vino, neveras que te sugieren recetas dependiendo de lo que hallan en su interior, y hasta barbijos con luces y parlantes para darle un toque cool a este planeta apocalíptico que nos toca habitar.
La estrella de esta edición ha sido (al igual que en todas las anteriores) el auto volador. En esta ocasión, y de la mano de la empresa holandesa Pal-V, hemos podido conocer a “Liberty”, el coche con alas en forma de hélices en su techo para librarse del tránsito de las carreteras europeas, donde ya tiene permiso de circulación.
Parece cuento que, teniendo a mano la tecnología para desarrollar vehículos con ruedas que acaben planeando en el aire de un momento a otro, aún no hayamos logrado descifrar cómo hacer que un coche eléctrico sea bien recibido por los europeos.
En España sólo se han vendido 17.925 coches eléctricos en 2020. Y si bien esa cifra casi llega a doblar a la de 2019, continúa siendo baja en relación a otros países de Europa.
Artículos de lujo
Tal vez el primer motivo por el que los autos eléctricos no cuelen en el inconsciente de los españoles sea el elevado precio que hay que pagar por ellos. Es que, incluso contando con los 1.900 a 5.500 euros del Programa de Incentivos a la Movilidad Eficiente y Sostenible (MOVES II) lanzado a mediados del año pasado, un coche que cuesta más de 17 mil pavos (y estamos hablando del modelo más económico del mercado) se transforma en inalcanzable para el ciudadano promedio.
Al momento de elegir, parece mejor idea comprar un vehículo menos costoso y gastar más en combustible que adquirir uno caro y luego ahorrar en lo que lo hace mover. A la larga, tal vez ambas cuentas lleguen a la misma inversión, pero a la hora de desembolsar los billetes pesa más el gasto inicial que los pequeños gastos diarios que haremos en el día a día.
Ni siquiera sé dónde podría cargarlo
Podríamos hacer larguísimos kilómetros con nuestro coche eléctrico antes de toparnos con un punto de recarga. En los 505 mil kilómetros de extensión que posee el territorio español, existen apenas 8 mil puntos de recarga para coches eléctricos.
El pedido de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) es claro: lograr 48 mil puntos de recarga para 2022. Contradictorio parece, entonces, que en los Presupuestos Generales del Estado 2021 se haya colado un impuesto que gravará la instalación de cada nuevo punto de recarga, tanto públicos como privados.
A esto último se le suma la modificación del Código Técnico de la Edificación, elaborada por el Ministerio de Transportes, que establece la obligatoriedad de contar con una preinstalación para puntos de recarga de coches eléctricos a todas las plazas de aparcamiento de nuevos edificios residenciales privados.
De esta manera, mientras de un lado pretenden asegurar una vasta red de recarga que permita agilizar las necesidades de los propietarios de estos vehículos, del otro hay un Gobierno que pone trabas al desarrollo de esa misma red.
¿Qué serie miro mientras se carga mi coche?
Un problema no menor a la hora de hacerse con un coche eléctrico, es la velocidad de carga de la batería.
Los modelos más económicos cuentan con una velocidad de 50 kw, por lo que en promedio tardaremos una hora en cargar nuestro vehículo.
Para manejarnos en la ciudad, ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, no supone un gran inconveniente, ya que incluso recurriendo a recargas caseras no tendríamos ningún apuro en revivir nuestro rodado.
Pero, a la hora de realizar un largo viaje en carretera, ya podemos ir haciendo las cuentas. Frenaríamos, según la autonomía del coche, cada 200 ó 300 kilómetros para poder enchufar el auto (si es que encontramos en el camino un punto de recarga, claro está. De lo contrario, deberíamos sumar además el tiempo del desvío al conteo final del viaje.
Velocidad de carga y autonomía van de la mano, entonces, cuando barajamos la posibilidad de comprar un coche eléctrico.
El lado positivo
El coche eléctrico no sólo nos hará más felices a largo plazo, a sabiendas de que el combustible será un escollo diario en la economía de nuestra vida cotidiana, sino que estaremos contribuyendo de seguro con el cuidado del medioambiente. La principal ventaja de un auto de estas características no nos beneficia directamente a nosotros como sujetos individuales, sino a la humanidad entera y al planeta en su conjunto.
La Ley de Cambio Climático y Transición Energética apunta a lograr la descarbonización total de la economía española para 2050. Por supuesto, la expansión del mercado de los coches eléctricos será un gran aporte para conseguir ese objetivo. Será necesario, entonces, que los ideales ambientalistas y las políticas públicas caminen por el mismo sendero para no borrar con el codo lo que intentan escribir con la mano. Y si todo esto falla, no os preocupéis: siempre nos quedará el girocóptero.