Psicopatías, trastornos de personalidad, bipolaridad, complejos de inferioridad, frustraciones y otras muchas patologías psiquiátricas quedan sin tratamiento, hasta que se manifiestan y la sociedad queda perpleja ante actitudes inexplicables de individuos aparentemente equilibrados y normales.
A la sociedad le interesan las características de estas enfermedades, pero también el motivo, la causa, el origen, que en muchos de los casos, está “escondido” en el subconsciente del enfermo y éste, o no lo sabe, o no quiere saberlo como arma de defensa. (Freud)
Algunos enfermos son “justificados” por sus familiares con el fin de ocultarlos a la sociedad y en muchos otros casos, familias o profesores no han reparado en sus extrañas actitudes a las que califican de raras, excéntricas o brutales, sin más profundización, y no han sabido o podido profundizar y reaccionar a tiempo para darles o recomendarles, respectivamente, la asistencia sanitaria adecuada, pero la sociedad sufre sus consecuencias.
En esta línea, están las secuelas por traumatismos cerebrales, experiencias emocionales o traumáticas, ambientes sociales contraproducentes en su formación, fracasos, y un largo etcétera que puede condicionar la vida de la persona y, aunque de apariencia normal, le hace reaccionar de forma antisocial, sin que la sociedad hubiese podido reparar en ello.
Y en este orden de cosas, la infección vírica del Covid19 tiene igualmente sus secuelas, cuya afectación será desigual en la personalidad y carácter de cada enfermo, ya que el trastorno postraumático de la infección se manifestará de forma distinta dependiendo de si ha habido síntomas leves, con el consiguiente aislamiento domiciliario, o bien si ha conllevado ingreso hospitalario y su duración. Así lo describe Raquel Tomé López, Psicóloga Sanitaria y Psicoterapeuta.
Estas secuelas ya las está sufriendo la sociedad, pero la Administración del Estado, cuyas responsabilidades están amparadas por la Fiscalía General del Estado, sigue mirando para otro lado.
La ansiedad, las pesadillas, el estado de ánimo bajo, que puede terminar en depresión, alteraciones de la memoria, miedos a los estigmas o a contaminar, obsesión por la sintomatología propia o ajena, son algunas de las secuelas que, con hospitalización, o sin ella, pueden debilitar la personalidad de un enfermo.
Si las anteriores secuelas las agravamos con la hospitalización, aparecerán la confusión, recuerdos invasivos de la estancia hospitalaria, con cicatrices físicas, o emocionales (Medicina Psicosomática. Profesor Roff Carballo). Ya en el año 2012 se reconoció el síndrome post UCI (antes UVI).
Presenciar las muertes o inmovilizaciones de otros enfermos, puede constituir experiencias traumáticas que pueden condicionar la vida de los enfermos y alucinaciones, cefaleas, mareos, terrores nocturnos y un largo etcétera, pueden ser igualmente secuelas de esta infección.
Todo ello ha sido paliado, tanto en el aislamiento como en el ingreso hospitalario, con el uso de la Tecnología, que ha facilitado romper, de algún modo pero muy positivo y efectivo, el aislamiento y sensación de desamparo, mediante las videollamadas con amigos y familiares.
Para su tratamiento es preciso tener en cuenta la personalidad de cada enfermo, al que hay que informar sobre su estado físico y psíquico, siguiendo una metodología adecuada a su forma de ser.
Es preciso que el enfermo se dé el tiempo necesario para su recuperación, informándole debidamente de las posibilidades en la evolución de las secuelas, a fin de que no se fije expectativas erróneas que podrían resultarle más dolorosas.