El Dr. Ramón y Cajal, D. Santiago, rechazó insistentes invitaciones que le hacían a presentarse a las oposiciones a Cátedra por las dudas que el Dr. Ramón y Cajal tenía de los criterios de los miembros que componían los tribunales.
Desde la “herencia“ de las cátedras, de padres a hijos, familiares, o protegidos, pasando por la contratación “a dedo“ de profesorado, afín o cercano a los órganos decisores, con tesis doctorales confeccionadas por otras personas para el pretendido “doctor“ y la obligatoriedad para los alumnos de adquirir los textos académicos escritos por los catedráticos o profesores encargados de las asignaturas, condición ésta que resultaba tácitamente inexcusable para la superación de la asignatura, unido todo ello a la inasistencia, ya cronificada, de los Catedráticos a las clases constituye, todo ello, un despropósito que ha servido y sigue sirviendo a un status académico universitario al que todavía no le ha llegado la transparencia que la ciudadanía en general y el alumnado, en particular, reclama.
Y como una cosa es enseñar y otra muy distinta dar clase, conceptos que deberían coincidir en su filosofía y sus fines, pero que no coinciden, resulta que el capítulo “enseñanza“ ha servido para que, en la actualidad, en algunas universidades públicas, parte del profesorado universitario organice “inventos académicos“ como son los “másters“, que sin utilidad alguna para la promoción profesional reconocida legalmente, les ha servido para incrementar sus ingresos.
Para la obtención del diploma correspondiente, solo se les ha exigido a los alumnos, en muchos casos, la matriculación y la realización de trabajos pero sin obligatoriedad de asistencia alguna. Lo importante era cobrar la matrícula y a esos importes de matrículas, las universidades organizadoras les han acompañado facturas infladas con conceptos genéricos que no especifican su objeto, con el único fin de engordar los gastos de los cursos.
La gestión y usos “irregulares“ de algunas universidades públicas son de diversa índole y la responsabilidad de esa gestión y usos “irregulares“ se desarrolla con la permisividad de rectores, decanos, directores de escuelas y profesorado, bajo cuyo “paraguas“ actúan.
Otra cosa es que esta ”gestión y usos irregulares“ se utilice en momentos interesados determinados contra el alumnado al que se le ofrecen una serie de facilidades con tal de que pague los derechos de matrícula, pero esta permisividad y facilidades nunca se pueden volver contra el alumno al que se le vende el curso como algo muy factible y “conveniente“ para la formación académica, pero con la única pretensión de obtener sobresueldos para los profesores.
Es a los rectores, decanos, directores y profesores responsables a los que hay que suspender o cesar. La cuerda no se puede romper siempre por el lado más débil. Los alumnos, las alumnas se limitan a pagar y a cumplimentar los trámites que se les exigen y se les ofrecen facilidades de todo tipo para que se matriculen y esas ventajas y facilidades no pueden volverse después en su contra en cada momento en que así interese.
Y esas prácticas y usos “irregulares“ han supuesto, en ocasiones, la comisión de tipos penales, no solo administrativos, lo que ocurre es que hasta ahora “esa gestión irregular“ de algunas universidades ha quedado en el anonimato, protegida por algunos de sus miembros rectores y funcionarios responsables y ahora han sido destapados por intereses determinados y concretos.
Si se pretende esclarecer las prácticas irregulares de las universidades autoras, hay que poner “el ventilador“ para que sus aspas lleguen a todos los rincones enmarañados y no solo a los que interesen en cada momento.
Como dirían un viejo Catedrático y un viejo Juez, “la Cátedra, el Juzgado soy yo“.
Este es el sentido de “propiedad“ que está vigente en muchas universidades públicas, facultades y cátedras que, en ocasiones, son utilizadas para actos y actividades propias.
Los costes de las universidades públicas, van con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, es decir, con cargo a todos los contribuyentes y, por consiguiente, ahí cabe todo.