Querido diario:
No veía la hora de sentarme a escribirte. Esto no tiene desperdicio, tío, lee bien: un joven se ha despertado del coma luego de 10 meses inconsciente, y no tiene ni cojonuda idea de la pandemia. ¡Ja! ¿Puedes creerlo? No me digas que no es una peli hermosa. Se la damos a Almodóvar, él le agrega un par de prostitutas, algún cura pederasta, una buena escena de sexo, y ya está listo para romper la taquilla.
El chaval vive en Reino Unido y se llama Joseph Flavill. Resulta ser que el 1 de marzo del año pasado iba caminando muy tranquilo por la calle cuando un automóvil lo embistió, causándole una lesión cerebral grave.
Ese día, los periódicos no hablaban del covid-19. Sólo se reportaban pocas decenas de casos en Reino Unido, y el bicho este se oía lejano, del otro lado de la muralla. Ese día, querido diario, los tabloides se ocupaban del hijo que en ese entonces estaba esperando Boris Johnson junto a su prometida. Tal vez hasta hayan publicado, luego de horas y horas de búsqueda adrenalínica y minuciosa, alguna foto del Primer Ministro bien peinado. Bah, no lo creo, que eso es más difícil que verlo al rey emérito con la cremallera al tope.
Sí, diario, que me voy por las ramas, ya lo sé. El caso es que los médicos decidieron poner a Joseph a dormir por casi un año. A las tres semanas, Reino Unido estaba confinado, la pandemia en Europa comenzaba a estar fuera de control, los bares que el muchacho frecuentaba, víctimas del desmadre económico del siglo, bajaban sus persianas. El mundo enloquecía, y el chaval allí echado, durmiendo a pierna suelta.
Ahora, escucha esto: este martes, el crío ha abierto los ojos, y nadie tiene ni puñetera idea de cómo contarle a este pobre tipo todo lo que ha ocurrido mientras dormía (oye, que esa también es una buena peli, ya sabes, esa en la que Sandra Bullock se enamora del hermano de su crush, que ha sido arrollado por un tren y está en coma sin saber que le están por arrebatar a la mujer que está fingiendo ser su novia para acercarse a él).
Lo he hecho otra vez, lo sé. Que ya me concentro, te lo prometo. Te decía que ahora que el chico está despierto, ni Dios sabe cómo decirle que la pandemia ha arrasado con el mundo tal como él lo conocía. “No sabemos por dónde empezar a contarle”, ha confesado a los medios británicos su tía Sally Flavill Smith.
Así que yo he pensado, como para ayudar a la pobrecita de Sally, en un breve resumen para que su sobrino se ponga al día y sepa de qué va la cosa hoy día.
Tú sólo lee, y luego me cuentas:
“Estimado Jo (¿puedo llamarte así?), estás jodido. No sabes la que se ha liado aquí en el mundo real mientras tú estabas jugando a salvar tu vida.
Este año el virus ha ganado la batalla. El bicho que tú sólo llegaste a ver invadiendo China, ha cruzado todas las fronteras (sí, cariño, tú también te has infectado, ¡y dos veces!), y ha hecho añicos a todas las banderas. Joder, si hasta Trump no ha tenido tiempo de declararle la guerra a ningún país por este temilla, tan atareado que ha estado tratando de contener la pandemia y asegurar su reelección. Oh, por cierto, ha perdido.
Los aviones han dejado de volar. La Torre Eiffel, el Coliseo, Machu Pichu, han cerrado sus puertas. Más de cien países se han puesto de acuerdo en algo por primera vez en la historia y están buscando el laboratorio del que creen que se ha escapado el virus. La Bolsa se ha desplomado y subido más veces que las ocasiones en que Italia ha tenido que formar nuevo Gobierno (claro, tío, Conte ha tenido que renunciar y ahora está el Super Mario Borghi por allí haciendo de las suyas, comiendo honguitos y jugando a Primer Ministro mientras suma moneditas).
España se ha enfrentado además con Filomena. No, Jo, que no es mi amiga la del noveno. Una tormenta arrasadora que nos ha dejado hasta los cojones de nieve. Algunos han tenido que quedarse encerrados en sus casas sin víveres por días. Otros, se han montado una buena en la Puerta del Sol, armando una guerra de bolas multitudinaria. Cada quien surfea las tragedias como puede, ¿has visto?
También en Reino Unido la cosa se ha puesto cojonuda. Boris ha tenido episodios de esquizofrenia severa: que se confinan, que se desconfinan, que se vuelven a confinar. Ha ido a contramano del mundo tanto como pudo, y ha tenido que soportar revueltas en las calles mientras a su mujer le crecía el vientre (¿has llegado a leerte esa noticia en el periódico, antes del accidente?). El Brexit ya es un hecho, aunque tú no lo creas. Y Boris se está revolcando en la mierda con toda la gente que se le ha vuelto en contra.
El coronavirus nos ha molido a palos, joder. No se ha salvado nadie. Todos hemos perdido a un ser querido, o visto sufrir a alguien cercano. Oye, que se han muerto más de 2 millones de personas. No me abras los ojos así, niñato, que yo no miento. Pregúntale a tu madre luego, seguramente te contará que el hambre y la desazón nos han consumido hasta el hartazgo.
Pero escucha, que siempre hay que ver el lado positivo. La guerra aún no ha terminado. Tenemos un ejército de soldados de guardapolvo blanco que están peleando con su vida para salvar las nuestras. Al principio de la pandemia, salíamos a aplaudirlos desde nuestros balcones. Ahora, a veces se ligan algún escupitajo por no dejar saltarse la fila a algún paciente impaciente. Pero ellos siguen luchando. Oye, que hasta te han salvado a ti. Eso es maravilloso, ¿a que sí?
Escucha, Jo. Ahora es la hora de la verdad. Tienes que decidir si te vuelves a dormir, o le abres la puerta a esta realidad que nunca has imaginado vivir. Es dura, lo reconozco, pero vale la pena. Que aquí seguimos codo a codo. Hemos entendido lo que importa en esta vida. El calor de un abrazo (¿sabías que no podemos abrazarnos ni besarnos por miedo a contagiarnos?), una charla con amigos, una caminata de la mano. Despierta, amigo. Despierta del todo, y verás con horror en lo que nos hemos convertido. Pero seremos más fuertes. Y venceremos”.
Me he pasado, ¿verdad, diario? Que yo siempre pa’lante, tú ya sabes. Que estoy vieja pero me la suda esta pandemia. Voy a vivir para contarlo. Y Jo también. Espero que lo haya visitado Sandra Bullock alguna vez. Menuda peli.
¡Hasta mañana, querido diario! Que descanses. Te quiere, Maggie.