Querido diario,
Creo que acabo de entender por qué aún no me he pillado el bicho. Estaba yo leyendo los periódicos en la tablet que me ha regalado mi hija, y me topé con la cura de todos los males. Resulta que una mujer de New Jersey tiene ya 105 años, y ha vencido el covid, según dice, gracias al milagro de “las nueve pasas remojadas en ginebra”: Así como lo lees, tío, que la señora jura y perjura que no se murió apestada porque todos los días de su vida, religiosamente, se ha embuchado esas perlas sanadoras, y ahora la ciencia le ha dado la razón. La tía se ha contagiado de coronavirus, y dos semanas más tarde estaba como nueva. Bueno, tan nueva como puede estar una a los 105 años, que de estreno ya no debe tener nada, ¿verdad? Bueno, pues digo yo, que a diario me echo encima una botellita de ron, debe estar surtiendo el mismo efecto protector que sus pasas. De seguro que el covid me mira y sigue de largo, que a mí no me va a enterrar.
Los que creo que no deben tener ningún brebaje espirituoso que los salve deben ser los colombianos de Montería, que se andan saltando filas como si fuesen españoles, argentinos o peruanos. Sí, cari, que esto pasa aquí, allí, y más allá también. Ahora hay tres clínicas en la mira de la justicia esperando ser investigadas por chutarle el antídoto a particulares y personal de salud que nada tiene que ver con las tropas que combaten el covid en las instituciones sanitarias. Joder, que hasta se han vacunado dos cirujanos plásticos, dicen las malas lenguas. Como si sus pacientes les dijeran: “Oye, tío, levántame las tetas, y de paso me quitas esta neumonía ‘covidiana’ que me tiene a mal traer”. Ahora, la Procuraduría General de Colombia tiene la ardua tarea de comprobar si estos niñatos se han inmunizado, y deberán poner bajo la lupa a todo el sistema de salud, para evitar que esto escale y se convierta en escándalo nacional. Bueno, que si llega a suceder, tampoco hagáis tanto lío, que sólo engrosarán la lista de pillos mundiales, y en unas semanas, a otra cosa, que la gente no tiene memoria.
Además, para pillos, nosotros ya tenemos a uno que les lleva la delantera a todos. ¿Adivinas quién es, diario? Tú y yo lo mirábamos seguido en la tele, ya verás. Sólo que en esa época, la de Gran Hermano, el tío no le hacía mal a nadie. Sí, ¡es ese! El Kiko Hernández. Menuda ha montado. ¿Tú sabes que anda por ahí usando al covid como estrategia de venta de cintas andadoras? ¡Ja! Te juro, que ya sabes que yo no miento. Resulta que en su programa de teletienda, “Mejor llama a Kiko”, se ha mostrado arriba de una cinta, sudando cual cerdo, al grito de “¿Vas a ir al gimnasio, que huele mal, que hay mucha contaminación, y que hay muchos virus? ¡Muchos virus, muchas cosas que no tienes que coger!”. Si la historia comienza así, ya te puedes imaginar tú cómo termina, ¿a que sí? “A mí me daría miedo ir al gimnasio, con todo lo que hay ahora mismo. Quién te dice que no pillas un COVID, que no pillas un no sé cuántos, que uno toca la máquina. La máquina tiene que ser tuya, porque sabe Dios quién ha tocado eso, si lo han desinfectado o no han desinfectado esto”, dispara sin pelos en la lengua, y sin vergüenza en un átomo de su cuerpo. Así que, chavales, ya sabéis, si no te quieres enfermar de covid y morir solo en un hospital, mejor llama a Kiko. Que ni se te ocurra ir al gimnasio, que ahí el bicho circula libremente trotando por esas mugrosas cintas mundanas. Pero qué sinvergüenza, joder, que con una sola frase ha destruido al negocio de la actividad física y ha demostrado su estupidez y su falta de escrúpulos.
¡Ah! Para falta de escrúpulos, tengo una historia preciosa. Ya te he hablado del escándalo vacunatorio de Argentina. Bueno, que parece que ni Dios se salva de esa. Ahora ha salido a la luz la inmunización de un cura, que se ha justificado en sus redes sociales haciendo referencia a su vocación pastoral. “En el mes de enero del 2021 fui vacunado, lo que me permitió continuar con mi tarea y evitar a las personas a la que debía auxiliar el riesgo de la enfermedad”, escribió Gabriel Coon, el sacerdote en cuestión. Pero claro, que con esas acciones, Dios ya no te protege, tío, te tienes que hacer tú con la vacuna porque si te pilla el covid, el Supremo te manda pa’ arriba cagando leches.
Yo, por lo pronto, entre bajarme un envase de ron y andar rezándole a algún santo, me quedo con la bebida, que al menos no me pide nada a cambio.
¡Hasta mañana, querido diario! Que descanses. Te quiere, Maggie