Querido diario,
Hoy estoy con los pelos de punta. Es que mira que mis ojos han visto cosas en estos más de 70 años respirando, pero cuando creo que ya lo he vivido todo, pues me entero de algo que me deja flipando del desconcierto.
¿Tú te acuerdas del caso ese de 2019, cuando los maderos encontraron a esa tal Isabel, una tía de 78 años, sin vida dentro de su casa, allí en Ciudad Lineal? La mujer llevaba allí dentro con la pata estirada algo así como 15 años. Que ya no era una señora, era una momia, claro está, cuando los polis la hallaron en el baño de su hogar. Sus vecinos, de hecho, habían pedido en reiteradas oportunidades a las autoridades que ingresaran a la morada de Isabel, ya que la última vez que la habían visto había sido en 2004. La Justicia terminó determinando que había fallecido por causas naturales. Pero ¡qué triste!, ¿verdad? Nadie la había ido a buscar, ningún familiar que la extrañase, ni una persona que sintiera su ausencia. Bueno, posiblemente algún que otro tío que ha pasado por la puerta ha sentido algo, que el olor a muerte se te impregna en las narices y ni un hisopado te lo borra.
Bueno, pues, algo así ha vuelto a ocurrir, pero esta vez el protagonista de la historia se ha pasado tres pueblos, déjame decirte, y la covid, que rige nuestras vidas a como dé lugar por estos días, ha sido la razón por la que se ha descubierto esta historia similar. Estoy hasta los cojones del bicho este, ¿ya te lo he dicho?
Resulta que una tal Christina Malley, una mujer que vivía en Aberdeen, Escocia, había sido citada para chutarse con la vacuna anti-covid. Le habían dado fecha para el 25 de febrero. La cosa es que la tía no acude a la cita, y las enfermeras deciden entonces ir personalmente a su casa para inmunizarla a domicilio. Bueno, venga, que esto ya de por sí es extraño. Tanta bondad del personal sanitario no se ve en todos lados. Si vinieran a por mí a darme la intravenosa salvadora, les pediría que de camino me buscaran unas tapas, que hace un año que no pruebo ni un manjar.
Cuando las enfermeras llegaron al hogar de Christina, su marido contestó al timbrazo, y les aseguró que su mujer no podría recibirlas porque se encontraba de viaje en el exterior. Aparentemente, y no se sabe bien si es que las enfermeras desconfiaron del marido, o vieron algo en el interior de la casa que les dio mal rollo, pero el caso es que una vez el esposo de Malley hubo cerrado la puerta, las tías ya estaban echándole un llamadito a la Policía local. Tú dirás “¡pero qué metiches!”. Pues espera que la cosa no termina ahí.
Cuando los polis llegaron al domicilio de Christina, e ingresaron en busca de respuestas, no sólo se encontraron con un nervioso hombrecillo que ya no sabía bien como sostener su mentira. También se toparon de lleno con el cadáver de la mujer (¿estaría sentado a la mesa, acostado en la cama matrimonial, frente a la tele de la sala de estar? Vete tú a saber). Ya me imagino la cara de horror de la pasma al descubrir a la fallecida. Menudo susto se habrán pegado, ¿verdad?
La investigación, por supuesto, no tardó en comenzar. La casa ha sido tapiada, la zona acordonada, y los maderos están intentando descubrir qué le ha pasado a esta pobre mujer de unos 80 años que, a punto de ser salvada de morir de coronavirus, bueno, ya tenía más de 12 años de muerta, dicen los que saben.
Incluso los vecinos niegan ahora haber sabido alguna vez de su existencia. “Ni siquiera sabía que la señora Malley vivía allí”, aseguró una vecina que vive exactamente en frente del domicilio de la difunta. “Es absolutamente desgarrador. Conozco al anciano, le saludo cuando le veo, es un hombre realmente entrañable”, opinó otro vecino, compungido. Bueno, tío, déjame decirte que aquí no sabes si tienes delante un pobre viejecito que sólo quería vivir unos años más al lado de su esposa, aunque estuviera helada y tiesa y ya no le contestase (el sueño de todo hombre, ¿eh? Joder, qué machista puedo ser a veces), o si ha compartido vecindario todos estos años con un asesino serial que disfruta de sentarse a cenar con los cadáveres.
Como sea, espero que si un día me sucede lo que a Christina, pues que me encuentren maquillada y con la ropa interior limpia. Ya lo decía mi madre, siempre ten tu bombacha aseada, que nunca sabes cuándo te puede venir a buscar la Parca. Simpática mujer, mi madre.
¡Hasta mañana, querido diario! Que descanses. Te quiere, Maggie