Diario pandémico. 12 de marzo de 2021

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Querido diario,

A veces se me da por echarle culpas a los gobiernos de todos los males de la humanidad. Bueno, es que tú ya sabes, estos nunca ayudan. Siempre están ahí metiendo la pata bien hondo para que a uno no se le olvide a quién ha votado, y a quién no debe volver a votar. Como en Argentina, donde esta semana Buenos Aires ha visto a cientos de viejitos calcinándose al rayo del sol (bueno, que no es literal, claro está, no me tomes siempre tan en serio) a la espera de una vacuna contra la covid. Y, ¿tú sabes qué ha dicho el Ministro de Salud de la ciudad? Pues que la culpa es de los viejos, que de tan ansiosos se han apostado en las puertas del vacunatorio con demasiada anticipación, y que encima han ido acompañados, y entonces bueno, un mar de gente, y el distanciamiento, y otras chorradas. Claro que no han hecho un mea culpa, reconocer que la convocatoria se les había ido de las manos, que no habían preparado gazebos, ni sillas extra para que descanses las piernas agobiadas por clima y por la edad, ni personal municipal que asista a los pobres octogenarios con, no sé, una que otra botella de agua. No, señor. La responsabilidad es sólo de sus gobernados, por impertinentes, por elegir desmayarse allí mismo, hartos del calor y el hacinamiento en plena calle.

Pero qué va, al menos esos ciudadanos son civilizaos, y se quedan ahí calladitos con sus penas, sin molestar a nadie. Distintos son los cordobeses, un poco más al noroeste de Argentina, que aparentemente arrasan con lo que encuentran y ni se les ocurre detenerse a pensar en el prójimo. Parece ser que en los últimos días, el Centro de Convenciones, el principal centro de vacunación de la capital cordobesa, ha sufrido una ola de robos. ¿De las arcas del centro? ¿De las billeteras de los enfermeros y enfermeras? Pues no, tío. De sillas de ruedas. ¿Puedes creerlo? Los mismísimos pacientes que habían ido a chutarse con el antídoto, al ver que el control brillaba por su ausencia, han decidido irse a sus casas motorizados. ¡Ja! Fuentes extraoficiales aseguran que ya han echado en falta 40 sillas, que habían sido dispuestas en el ingreso al vacunatorio para que aquellos que tuvieran movilidad reducida pudiesen tener un viaje más placentero en el camino al brebaje mágico. Pero bueno, que cuando ofreces tu mano, te toman el codo. Y allí, pues que un rodado nuevecito como esos que había flameando en la puerta, no se consigue tan fácilmente. Tampoco vamos a andar mortificando a la población, que la culpa es de los organizadores que tan ingenuamente han dejado a la buena de Dios las sillas, así sin candado ni código de seguridad ni nada. Oh, ¿qué no es así cómo son las cosas? No sé, yo he aprendido a excusarme en la escuela del Ministro de la Ciudad de Buenos Aires, tú vete a quejarte con él si no estás de acuerdo con mi defensa.

De todas maneras, creo que alguna multa deberían tener estos tíos, si llegan a ser identificados. Pero, ojo, que no sea como esa que le han metido a esa mujer de la Región Metropolitana de Chile. ¿Qué? ¿No te has enterado? Esto sí que no te lo vas a creer. Resulta ser que durante el año pasado, el Ministerio de Salud chileno ha sido muy estricto con el cumplimiento de los confinamientos por regiones dentro del territorio andino. De hecho, la Secretaría Regional Ministerial de cada zona iba a controlar personalmente y casa por casa que el aislamiento se estuviera respetando a rajatabla. Y de tan estricto, pues se ha pasado tres pueblos con esta mujer. La SeReMi le labró, en marzo de 2020, una infracción por no encontrarse confinada en su domicilio. Y tú dirás “pues qué bien, que correctos estos chilenos”. Pero déjame contarte lo que sigue: el motivo por el que ella no estaba en su casa encerradita, era que se había contagiado de coronavirus y estaba internada en una clínica luchando por su vida. ¡Es de locos, tío! Te enfermas, y encima tienes que pagar una multa por, bueno, por enfermarte y tener que ausentarte de tu hogar para pegarte un buen viaje de oxígeno añadido.

E l colmo de todo esto, es que hace sólo unos días ha recibido una notificación con la sentencia por la causa que le han montado, obligándola a pagar unos 2,5 millones de pesos chilenos por haber quebrantado la ley. Y no sólo eso, sino que también se han expedido sobre los reclamos que oportunamente había realizado su marido, quien intentó por todos los medios hacerle entender a las autoridades que su mujer NO PODÍA estar en su casa, que no era sólo que no tenía ganas de recluirse, o que se había ido a por unas cañitas o tal. Pues le han respondido que rechazaban sus descargos porque su señora, que estaba postrada en una cama, no había tenido la diligencia de defenderse ella, ni de concurrir a una notaria a darle un poder. Bueno, tío, que para algo se inventaron los tubos de oxi portátiles, ¿no?

Este mundo es de risa, diario, ya lo ves. Aunque a veces no sé si reír con fuerza, o echarme a llorar.

¡Buen fin de semana, querido diario! Que descanses. Te quiere, Maggie

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