En el ejercicio del Periodismo se obtienen, se tratan, redactan y difunden noticias e informaciones veraces y oportunas para la sociedad, en sus múltiples facetas que van desde la ciencia, la cultura, la sociedad, investigación, pasando por la política, el deporte, la economía, el arte, el espectáculo, siendo común denominador de muchas de ellas la investigación, sin que esta enumeración sea exhaustiva, sino meramente enunciativa.
A través de sus medios, gráfico, escrito, radiofónico y, ya en la actualidad, audiovisual o digital, la veracidad de la noticia o información que finalmente se facilita a la sociedad, lo que implica su contraste, es principio básico del Periodismo, cuya obligación primordial es informar y no desinformar, porque esta desinformación es mentir y la mentira nunca es Periodismo.
El sensacionalismo y el morbo son dos de las grandes anomalías del Periodismo, pero como el “vil metal manda“, en las empresas periodísticas se utilizan para impactar a los lectores, aunque en muchas ocasiones el contenido que le sigue al Titular periodístico matice ese titular o quede muy lejos de la noticia. El principio “calumnia que algo queda“, es muy común en muchas redacciones. La honestidad, no recauda, no “hace caja”, y en eso la llamada prensa del corazón y la política son buenos ejemplos en numerosas ocasiones.
La información dudosa, falsa, dañina, prevalece sobre cualquier otra consideración, porque influye y logra sus objetivos. Después, la rectificación, la aclaración, en sus casos, ya no son “dignos” de un mismo titular, ya no interesan al medio de comunicación que lo ha publicado. El daño está causado y no hay resarcimiento de ese daño.
Los Colegios de Periodistas, se encargan de la deontología profesional estableciendo normas y deberes éticos que persiguen la mala praxis periodística, pero, en general, están muy lejos de conseguir sus objetivos.
Y por eso a la noticia falsa, se la llama, “mal llamada“ pseudoperiodismo, y digo “mal llamada“ porque, si hay que anteponerla el “pseudo”, es que ya no es Periodismo. Será cotilleo, será injuria, será calumnia, pero no es Periodismo.
En este orden de cosas, la dependencia económica y la noticia falsa, van por lo general “de la mano” y son muy reiteradas en los rotativos y otros medios de comunicación y cada una, en su espacio, influye en la sociedad y más en la española, en gran parte acomodaticia, la cual “desde el sillón o la tele elige lo que le cae mejor o menos malo” y por ello es el “blanco” perfecto de las dictaduras.
En el caso de la política, la posible queja posterior, ya no tiene remedio.
Y en este contexto, “la subvención” , es decir, el dinero de todos los contribuyentes que maneja el gobierno a su libre albedrío y es el “deporte” favorito de los españoles, llega igualmente a la empresa periodística, que se “vende” con unos principios o con otros, según la conveniencia y con arreglo a lo pactado con su “amo económico”, defendiendo lo indefendible y justificando lo injusticable, aparte de esconder lo negativo del “ amo”.
De ahí viene el sobrenombre de “cuarto poder“ con el que se les conoce a los medios de comunicación . Dependiendo de la fortaleza del gobierno en cada momento, ese “cuarto poder” es más o menos independiente, y su influencia es mayor o menor.
Antonio Banderas dijo en televisión que la diferencia entre E.E.U. y España, está en que en E.E.U.U. la mayoría quieren ser empresarios y en España la mayoría quieren ser funcionarios. Evidentemente, algo falla en España, al ser E.E.U.U, la mayor potencia mundial. Por algo será.
Si el “cuarto poder” es independiente, podrá ser libre e independiente en su línea editorial.
Si el “cuarto poder” está debidamente subvencionado, su línea editorial no será libre y su línea editorial estará condicionada a las directrices de su “amo”.
En esta situación, la empresas periodísticas subvencionadas con el dinero de todos los contribuyentes, habrían de ser responsables con sus líneas editoriales, por cuanto “su cuarto poder”, empleado conforme “al instrucciones del amo”, puede llevar “a la mierda“ a los ancianos , o privar de sus derechos a la ciudadanía.