Las inspecciones sanitarias, tendrían que supervisar en manos de quienes están las urgencias hospitalarias y de centros de salud.
Mucho médico residente atiende en hospitales Públicos/Privados todo tipo de patologías sin tener la especialización culminada a cada patología.
Residentes que observan al paciente de “urgencias” y diagnostican, sin cubrir o realizar el protocolo médico debido para cada dolencia. Y ello a la comisión de negligencias con resultados que resultan fatales en muchos casos.
El enfermo tiene que tener “suerte” en que el residente “de turno” tenga el “ojo clínico” y “buen hacer” imprescindibles, para acertar con su sintomatología y la “suerte ” es mala “compañera”, mala “consejera” en Medicina.
De ese abuso de residentes devienen, en gran parte, las negligencias, aunque los especialistas también las cometen.
Tras la negligencia, interviene el exacerbado corporativismo de Médicos, cuya “autodefensa” a ultranza, deja a los enfermos en riesgo de situaciones irreversibles o fatales desenlaces.
Resulta muy problemático obtener una sentencia condenatoria para un médico, por cuanto, desde la inicial ocultación indebida de la historia clínica al enfermo, cuando no imprecisa y deformada, hasta la alegación de “eventos adversos”, son un cúmulo de pretendidas alegaciones con las que los facultativos pretenden convertir las negligencias en los mal llamados “errores”.
Muy difícil la pericial médica por esa mal entendida empatía existente entre los médicos, que conlleva al principio de que “lo que ocurre en el quirófano no sale del quirófano”, extensible a toda situación clínica.
A ese mundo opaco, en el que los médicos convierten a la Medicina, se deben la fatalidad y la indefensión de los pacientes.
Emma, de 12 años, ha sido víctima, otra más, de una negligencia médica
Tres urgencias recorrieron los padres de Emma y su vida terminó en un quirófano de la tercera.
No se trata de indemnización a los padres, que es la fórmula más sencilla e indemne para el médico. La indemnización no devolverá la vida a Emma.
Se trata del peligro que representa para la sociedad que algunas urgencias estén atendidas por personal incompetente.