La anomalía democrática de España

Resulta que se ha liado parda porque el vicepresidente y socio de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias (el legendario fundador del PSOE no, claro, sino el contemporáneo, el malo, el vecino de Galapagar) cuestiona la democracia española. ¡Pero si tiene razón! ¡Su propia “vicepresidencia” lo demuestra!

Dice Iglesias que habiendo políticos independentistas perseguidos por la Justicia no puede haber democracia plena. Vaya, hombre. Pues se ha hecho un verdadero lío, porque los políticos independentistas perseguidos por la Justicia no lo son por sus ideas independentistas, sino por haber vulnerado la ley una y otra vez, a pesar de las muchas advertencias de la Justicia, y por malversación de fondos públicos, prevaricación y unos cuantos delitos más, entre los que no faltan los delitos electorales, los peores que un político puede perpetrar.

Hay que ver qué piel tan fina tiene Pablo Iglesias con los “indepes” de Cataluña, y qué indiferencia complaciente hacia dictaduras reconocidas internacionalmente como tales, como por ejemplo su “admirada” Venezuela, o hasta el mismísimo Irán de los “ayatolás”, regímenes nada democráticos, pero que han pagado buenos dineros a Podemos, como ya es sabido de sobra.

Anomalía democrática es precisamente eso: que un partido de un país (mismamente, Podemos) viva a sueldo de regímenes extranjeros, que encima son dictaduras y que no pagan dinero “a cambio de nada”, precisamente.

Anomalía democrática es que el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, por ejemplo, niegue una y otra vez que pactará con Podemos, porque la sola idea de hacerlo le “quitaría el sueño” y no le dejaría dormir; que al día siguiente de ganar los comicios pacte con quien ha negado asociarse, que lo negó hasta con la chulería barriobajera tan propia de él, y nombre vicepresidente a aquel de quien tanto renegó, y no se hayan anulado las elecciones por fraude electoral.

Anomalía es que también negase aliarse con los filoterroristas de Bilbu en Navarra, y tarde menos que un estornudo en hacerlo. Otro fraude.

Porque anomalía democrática es que cualquier candidato prometa en campaña electoral cosas que incumple después, impunemente, porque las promesas electorales carezcan de valor contractual.

Anomalía democrática es que, en el polo opuesto, léase Vox, partido de ultraderecha y neofascista donde los haya (o fascista a secas, sin el “neo”, porque de nuevo  no tienen nada) clame por el cierre de un periódico que no le gusta, el Abc, mismamente, que encima es prensa de derechas, y el resto de los periódicos no digan esta boca es mía al respecto, en defensa de la libertad de expresión e información.

Sobre todo, cuando en la mayoría de los casos esos mismos “otros” periódicos ven con demasiada displicencia que unos salvajes descerebrados y también fascistas absolutos quemen la bandera de España o el retrato del rey y lo acepten como “expresión libre” de su pensamiento (el de estos vándalos).

Y es anomalía democrática porque estos hechos, en cualquier otro país, Estados Unidos, Reino Unido o Francia, mismamente, tales actos vandálicos constituyen graves delitos. Y nadie duda de que estos tres países, como muchos otros con semejantes criterios penales, sean democracias plenas.

Anomalía es todo en este país desgraciado, en manos de unos malditos desgraciados que se ríen a diario del electorado español. Y que la ciudadanía de este país no haya salido ya a las calles, a las barricadas, para exigir que rueden cabezas (figuradamente) porque a diario la clase política de uno y otro bando nos trate como idiotas.

Anomalía es que otros políticos que pasan por ser sensatos, y puede que lo sean, también sean cobardes, porque salen a la palestra para quejarse de lo mal que lo hacen los líderes de sus partidos, señor, señor, y no rompan el carnet o den un puñetazo en la mesa diciendo que hasta aquí hemos llegado. Se quejan, sí, pero no hacen nada por cambiarlo.

Y hablando de idiotas, hoy EL PAÍS da como “noticia” el ridículo de Borrell en Moscú, glosado hace dos o tres días aquí mismo, en EL EJEMPLAR. Ridículo al que se suma el de su compañera sentimental y presidenta del PSOE, Cristina Narbona, al unirse a la estúpida iniciativa populista de Podemos, que “exige” a Europa que condone la deuda a los gobiernos manirrotos y derrochones, como el de Sánchez (manirrotos para los suyos, o sea, para los sueldos de los amiguetes, por ejemplo), cuando Bruselas podrá tener muchos defectos, pero no el de imbécil, precisamente.

Voy a decirlo claramente: Vox y Podemos son una misma cosa: fascismo. Uno, con su apariencia tradicional de derecha ultramontana, xenófoba y racista. Otro, con disfraz de izquierdas, pero viviendo como la aristocracia elitista de la época de los zares (Galapagar). Y como estos dos partidos, todos los demás partidos intolerantes, como los separatistas catalanes (todos, sin excepción) y como los separatistas vascos PNV y Bildu, principalmente. Bildu, además, con las manos manchadas de sangre.

He dicho.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *