Wiston Churchill, en su forzada alianza con los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial para derrotar a Hitler, dijo que ”la política hace extraños compañeros de cama“.
Al término de dicha contienda, Rusia quiso cobrarse su participación en la victoria de los aliados y Stalin, dictador del bloque del Este, reclamó la mitad de la ciudad de Berlín, paradigma de la Europa de la parte vencida, para lo que construyó un muro, conocido como “el muro de la vergüenza” con el fin de impedir que berlineses que se habían quedado en la parte soviética o República Democrática Alemana, según la llamaron los soviéticos, se trasladasen al Berlín Occidental, de la República Federal Alemana, traslado que se convirtió en una desbandada, por el reparto de Europa por los vencedores al término de la guerra.
Hasta la caía del muro en 1.989, miles de alemanes fueron asesinados y detenidos intentando huir desde el Berlín Este, soviético, al Berlín Oeste, donde permanecían los Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Miles de familias se vieron separadas y vieron truncados sus planes presentes y futuros, sus vidas.
El dictador Sánchez no ha asumido el resultado democrático de las urnas y no admite que la Comunidad de Madrid sea gobernada por la derecha, Comunidad que Sánchez quiere gobernar “a toda costa o como sea” parafraseando a Rodríguez Zapatero.
Y se ha valido de la pandemia para intervenir la Comunidad y cerrarla, sin comunicación posible entre los propios municipios que la componen y con el resto de España, salvo casos excepcionales: “¡En Madrid el que manda es él!, por las buenas o por las malas. ¡El muro ya está montado!”
Los perjuicios de salud de las personas, las consecuencias económicas de empresas, grandes, medianas y pequeñas para las personas que trabajan en ellas y la separación de familias, no le incumben. El que manda es Sánchez, y Sánchez no está para buscar “punto de equilibrio” ante una situación del país quebrada, agónica, para eso tiene a su adlátere que es filósofo.
Y para ello, niega los datos sanitarios que la Comunidad le proporciona y cambia sus criterios de un día para otro para que la Comunidad no pueda cumplirlos nunca. Se trata de una persecución, una “asfixia” a los madrileños porque no le votan.
Sánchez, patológicamente irresponsable, solo mira, observa impasible su poder y piensa maquiavélicamente su siguiente jugada.
El odio enfermizo a la Presidenta de la Comunidad de Madrid no es más que un detalle, un síntoma más de su narcisismo, su psicopatía y, por ende, su desprecio a todo el que va en contra del propio Sánchez. Es el inicio de su régimen dictatorial. En el propio Congreso de los Diputados, el mismo Vicepresidente segundo de su gobierno llegó a anunciar a la oposición que “nunca volvería a ser Gobierno”. Eso es dictadura.
El cambio de régimen está en marcha y la primera señal ha sido el “muro” de la Comunidad de Madrid.
Sánchez se olvida de la pandemia, solo se vale de ella, pero su gestión negligente está bien resguardada, “a cubierto” y exonerada por su escudo protector que es la Fiscal General del Reino.
Todo esto es parte del camino del proceso dictador iniciado que, ni muchos miembros de su partido pudieron imaginar y que, ahora, condenan y le reprochan: ¡Eso antes, señores, mucho antes!
Ahora, algunas Comunidades empiezan a restringir movimientos a la vista del aumento disparado de contagios, pero lo hacen las propias Comunidades, sin imposición de Sánchez. La obsesión de Sánchez es la Comunidad de Madrid.
Esto va de dictadores y no hay más que una forma de pararlo.