Confinamiento

Para ser presidente de un gobierno, además de ser nacional del país que se pretende gobernar y ser mayor de edad, es necesario algo más.

No vale solo presidir rodeado de todo el boato que el cargo conlleva, hay que saber tomar decisiones y esas decisiones hay que adoptarlas con madurez política, y asesorado de especialistas en la materia que en cada momento corresponda sin que quepan para ese cometido  “panderos“, por  mucho que gusten su servilismo y adulaciones.

Y todas sus decisiones comportan responsabilidades, aunque todas ellas estén  protegidas por la Fiscalía General del Estado.

Ya en el siglo VI, durante las pandemias de la peste y otras,  la población se aislaba voluntariamente  para no infectarse y no contagiar.

La Constitución Española prevé el confinamiento, mediante el Estado de Alarma,  que es un aislamiento, pero es algo evidente para cualquier mente coherente y que no persiga fines particulares, que en el siglo XXI, que esa medida extraordinaria ha de ser adoptada con mucha cautela y pensando en la ciudadanía, muy diversa ella en cuanto a  edades y características físicas y personales.

Está fuera de toda coherencia confinar en su domicilio a todo una país durante   tres meses y medio. Es una irresponsabilidad descomunal porque a las secuelas de la enfermedad, que ya se está demostrando que las tiene, se le añaden las secuelas del confinamiento “preventivo”, sin plantearse si, en muchos casos, no será peor el confinamiento prolongado que la prevención de la propia enfermedad.

Una cosa son las medidas preventivas, y otra cosa es que esas medidas resulten gravosas y perjudiciales para la población. Hay que lograr que esa prevención no resulte dañina y para ello es imprescindible consultar con Doctores Virólogos, Epidemiólogos y Psicólogos, además de otros especialistas en materias conexas.

El confinamiento está provocando en gran parte de la población, alteraciones del sueño, tristeza, abatimiento, irritabilidad, atrofia muscular y articular por sedentarismo, entre otras muchas, dependiendo del enfermo de que se trate  y en este sentido, reitero, la  irresponsabilidad, de no haber tenido en cuenta estas repercusiones, ni hayan sido merecedoras, en su caso, de valoración alguna  porque le son indiferentes.

El confinamiento, el encierro, es fuente de stress porque la persona necesita en todos los ámbitos de su vida, certezas y estabilidad emocional para sobrevivir y ese confinamiento prolongado periódicamente, con la ansiedad, a su vez,  de no saber si se va a prorrogar o no,  le puede llevar a la depresión.

Solo hay tratamientos para la enfermedad, pero no los hay para las secuelas del confinamiento, como tampoco los hay para las secuelas de la propia enfermedad. Una asignatura pendiente de un gobierno incapaz.

Claro, que hay en el gobierno quien desearía que los mayores “se fueran a la mierda” (lo dijo en público), y una concejal del partido político Podemos en Canarias, que “los prefiere muertos, porque le sobran momias“ ( lo ha dicho en las “redes”).

A partir de ahí, que cada uno valore la situación.

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