Es sabida y conocida la problemática que supone el absentismo laboral en España, en el que la pillería española que se muestra en el Lazarillo de Tormes se hace realidad cada día entre los empleados por cuenta ajena, tanto en la empresa privada, como en la administración pública.
En ambos sectores laborales está demostrado que hay “bajas laborales“ que no se corresponden con la situación real del empleado, público o privado.
Y ambas, “bajas y altas”, tienen un origen común que, por mucha “corrección política” que se pretenda emplear, lo evidente, resulta evidente.
Detrás de cada empleado enfermo, real o ficticio, hay un Médico que firma esas situaciones de bajas laborales, sus confirmaciones y las altas.
Ante el hecho del excesivo absentismo laboral la sociedad ha criticado y critica la sinvergonzonería e irresponsabilidad del empleado, público y privado, que “cae“ enfermo y alarga inverosiblemente la demora de su recuperación, pero esta sociedad no se fija en la labor cooperadora necesaria para esas “bajas y confirmaciones” de ese Médico que con su conformidad colabora a la falsedad de esas supuestas patologías y la demora en el tiempo de su “recuperación”. La modificación legal para que las bajas médicas y su duración repercutan en las nóminas de ambos tipos de trabajadores y tengan la duración que les corresponden, ha tenido un efecto muy limitado.
En definitiva hay bajas y períodos de recuperación falsos en los que mienten enfermo y Médico.
Y en esta situación es obligado plantearse el caso de la sustracción de un menor de un hospital de Bilbao por una enferma en un transtorno mental durante su ingreso hospitalario en un psiquiátrico.
¿Quién dio de alta hospitalaria a esta enferma? ¿Cómo entró y salió del hospital de Bilbao, disfrazada de enfermera?
Son estas las preguntas obligadas, por cuanto se ha puesto de relieve la ausencia o inexistencia de seguridad en los hospitales, en los que cualquier persona con una chaquetilla blanca tiene acceso a todos departamento hospitalario.
Es evidente que los miembros de seguridad privada, tal como está configurada esta seguridad y se practica, no sirve para ese cometido y su labor casi se reduce a la de información: Sus miembros no tienen preparación alguna para sus funciones de vigilancia y control y lo mismo ocurre en el transporte público y otras instituciones.
Los miembros de la seguridad privada tienen que saber pensar, agilidad, preparación física y conocer su cometido y no ser meros guardias, con uniforme y porra.