Parte de la sociedad española tiene varias actitudes pendientes de corregir referidas a sus valores y comportamientos, como son, la apatía, la pereza, el conformismo y el complejo, entre otras muchas. Ejemplo palmario de éste último es la estigmatización, por ignorancia, de la Psiquiatría.
Marta de Andrés, (Diario LA RAZON-19 de Septiembre 2.021), plantea la patología mental que ha podido instalarse en los jóvenes y niños como consecuencia de la pandemia del Covi19, y en este sentido manifiesta que “adolescencia” viene de “adolecer de recursos psicológicos” y con ello trata de justificar las reacciones de muchos adolescentes, atribuyéndolos a las consecuencias de la citada pandemia.
Es palmario, evidente, que gran parte de la sociedad española sufre un craso error por ignorancia, incultura o, lo que es peor, por condicionamiento social, en cuanto al rechazo de la especialidad Médica de Psiquiatría, dada su transcendencia en el individuo.
En el caso de la pandemia el Gobierno solo ha atendido a lo que le interesaba que son los confinamientos y los estados de alarma para que le dejaran gobernar sin control a parlamentario alguno, como todo dictador, y ni se ha planteado las secuelas y/o efectos secundarios que han provocado dichas privaciones de libertad o del propio virus en contagiados y no contagiados.
La vacunación va ganando terreno al virus, pero tanto el virus como la vacunación pueden conllevar consecuencias o secuelas que están saliendo a la luz, como en muchas patologías y tratamientos médicos.
Es indudable que muchos adolescentes sufren las consecuencias de los aislamientos, confinamientos y cierres de colegios, pero las actitudes incívicas e irresponsables de muchos jóvenes o adolescentes y los comportamientos o conductas anormales de muchos niños no cabe, no vale atribuírselas en todos los casos a la pandemia: Los padres y profesores son responsables en primer término.
Los comportamientos incívicos, anárquicos y otras patologías con posibles finales fatales, pueden tener también su origen en los ambientes familiar, social o académico en que esos jóvenes o adolescentes y niños se están formando.
Hay que estudiar el origen de cada uno de los comportamientos de cada persona para conocer el origen concreto de cada una de sus conductas.
La educación familiar, la formación académica, y su ámbito social, pueden haber tenido mucha incidencia e influencia en las características personales de cada joven o niño. La fortaleza, los principios, la base formativa para afrontar situaciones buenas, regulares unas y extremas otras, son muy importantes, cuando no decisivas, en orden a conformar y definir las actitudes, comportamientos y otras patologías del o adolescente o del niño.
No todos los adolescentes responden del mismo modo ante las mismas situaciones, por lo que tampoco sus reacciones se pueden atribuir únicamente a un confinamiento o a un aislamiento.
Es atribución es muy precipitada y benevolente en una sociedad que va alimentando progresivamente la cultura de no ser necesarios ni el esfuerzo ni el mérito para la progresión social.
“Entre los 12 y 18 años” (Marta de Andrés) no son, en muchos casos, ni “tan niños” ni “tan adolescentes” y, además, puede existir en ellos componentes familiar, formativo o medio ambiental, que pueden ser los causantes de sus respectivas características personales, las cuales provocan que muchos adolescentes no sean capaces de pensar y actuar con rigor en cada momento, y en los niños patologías muy peligrosas.
También muchos mayores sufren fatiga mental por las medidas restrictivas de la pandemia y esta fatiga “le ha quitado años de vida”, pero muchos de estos mayores la afrontan “a pelo”, en expresión popular, sin formación alguna detrás. Tal vez la adolescencia de estos mayores no fue tal adolescencia y tuvieron que madurar apresudaramente, “por la vía rápida”.
Las cosas en sus justos términos. Antes que la Psiquiatría, padres y profesores tienen que reconocer sus propios errores y carencias.