Para nadie es un secreto que Jorge Mario Bergoglio, sumo pontífice de la Iglesia Católica, sea un fanático empedernido de los deportes, y en especial del balompié. En reiteradas ocasiones, el Papa Francisco ha dado su punto de vista en relación al mundo deportivo, y en muchas oportunidades ha recibido en el Vaticano algunas instituciones deportivas que han visitado a la figura religiosa para ofrendar sus logros y recibir la bendición.
Iniciando el año, el Papa otorgó a la Gazzetta Dello Sport, diario deportivo italiano, una entrevista en donde analizó en primera persona la importancia de los deportes dentro de la sociedad, tomando en cuenta algunos aspectos necesarios para desarrollar una disciplina deportiva de manera sana y completa.
La entrevista comienza con un preámbulo personal en el que Bergoglio describe dos episodios de su infancia que lo acercaron al amor por los deportes:
‘Recuerdo con mucho placer cuando, de pequeño, íbamos al estadio toda la familia, al Gasómetro. Recuerdo particularmente el campeonato del 1946, año en el que San Lorenzo, club que he seguido desde mi infancia, quedó campeón. Otro recuerdo que queda indeleble en mi memoria es aquel de la pelota de trapo. El cuero costaba mucho y mi familia era pobre, la goma no era todavía muy comercial para la época, así que endógenamente envolvíamos algunos trapos hasta formar un esférico con el que jugábamos hasta cansarnos. Yo no era de los mejores jugadores, es más, me llamaban ‘pata dura’, distintivo que caracterizaba mi estilo de juego. Es por esto que normalmente me ponían a jugar de arquero. Pero jugando como arquero aprendí mucho, ya que, aunque parezca una posición poco importante, el portero debe estar siempre preparado para responder a las situaciones de peligro que puedan llegar de la nada’.
A partir de esta premisa, Bergoglio analiza su visión del deporte destacando siete aspectos que, a su parecer, no deben faltar a la hora de practicar una disciplina deportiva: lealtad, empeño, sacrificio, inclusión, espíritu de grupo, sobriedad y redención.
El sumo pontífice enumera cada aspecto y lo desglosa a detalle, explicando su importancia dentro del deporte:
LEALTAD
‘El deporte es sinónimo de lealtad y respeto de las reglas. Es importante no dejarse vencer por los atajos y las facilidades que rozan lo ilícito. Los atajos son tentaciones que usualmente aparecen en nuestra vida. A veces pensamos que sean una solución inmediata y conveniente, pero, casi siempre conducen a un resultado negativo. En los deportes sucede lo mismo. Por esta razón considero que los deportes son lindos cuando se respetan las reglas, ya que, sin ellas, reinaría la anarquía y la confusión. Respetar las reglas significa aceptar el desafío de enfrentar a tu adversario de manera leal.
EMPEÑO
‘Con el talento no se llega a ningún lado si no te aplicas. Se puede nacer talentoso, pero no es pertinente dormirse sobre el talento. Aquí es donde entra en juego el empeño. La historia cuenta anécdotas de tanta gente talentosa que se perdió durante el recorrido. La misma parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) nos ayuda a entrar en contexto en esta reflexión:
Un hombre llamó a sus 3 siervos y les dio conforme a sus capacidades, a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno. El primero ganó cinco más, el segundo gano dos más y el tercero cavó un hoyo en tierra y lo escondió. A este último, el amo lo castigó quitándole el talento y se lo dio al que tenía diez talentos.
El siervo al que se le decomisa el talento que escondió es castigado, no porque haya robado, sino porque no sacó frutos del don que se le otorgó.
En los deportes no basta tener talento para ganar. Es necesario estudiarlo, plasmarlo, entrenarlo y aprovecharlo como una ocasión para seguir y manifestar lo mejor de nosotros. La parábola de Mateo nos enseña que Jesús es un entrenador exigente: si entierras tu talento, no formas parte de su equipo. En pocas palabras, tener un talento es un privilegio, pero es, sobre todo, una responsabilidad de esas difíciles de custodiar’.
SACRIFICIO
‘A nadie le gusta sentir fatiga, ya que la fatiga te genera un peso que te debilita. Pero, si sintiendo fatiga logras encontrar un significado, entonces su yugo se aligera. El atleta es como el santo ya que conoce la fatiga, pero no le pesa puesto que, dentro de esta, es capaz de ver más allá del agotamiento. Encuentra una motivación que le permite no solo afrontar la fatiga sino de alegrarse sintiéndola. Sin motivación, no podemos afrontar el sacrificio. El sacrificio demanda disciplina para poder alcanzar el éxito. Pienso –por ejemplo- al lanzamiento de bala. No es el peso o la carga lo que te desestabiliza sino cómo la sujetas y la lanzas. Si no te concentras en el objetivo y no tienes una motivación importante, el peso te desestabilizará y te hará caer’.
INCLUSIÓN
‘Este será el año de las olimpiadas. Los juegos olímpicos desde siempre han sido un ejemplo de inclusión que se opone rotundamente al racismo. Pedimos al señor la gracia de podernos aventurar hacia un año de reapertura y nuevos comienzos. Pienso –por ejemplo- a la dramática situación del desempleo y la consecuente disparidad entre aquellos que tienen y aquellos que perdieron lo poco que tenían. Ciertamente, las olimpiadas pueden representar simbólicamente un nuevo comienzo. Al inicio de la experiencia de las olimpiadas se estimaba mermar la guerra durante el tiempo de las competiciones. Cada cuatro años el mundo tiene la posibilidad de detenerse para preguntarse cómo está, cómo están los demás. Celebrar este evento es una de las formas más altas de ecumenismo humano, donde todos, indiferentemente de dónde vengamos, tenemos cabida y licencia para compartir la misma pasión’.
ESPÍRITU DE GRUPO
‘Trabajar en equipo es esencial dentro de la lógica del deporte. También lo es en la vida cotidiana. Es cierto que ninguno se salva por sí mismo, y como creyente puedo constatar que la fe no es un monólogo sino un diálogo; una conversación. Pensemos –por ejemplo- a Moisés que, en el monte, pide a Dios salvar al pueblo y no solo a él (Cfr Es 32). Diría yo, metafóricamente, que en una disciplina deportiva pudiésemos salvarnos solamente como equipo. Los deportes que se desarrollan en equipo se asemejan a una orquesta. Cada uno da lo mejor de sí y cada uno desempeña un rol que, en la adición, formarán la armonía necesaria para rendir efectivamente. Hay un proverbio africano que dice que, si un grupo de hormigas se pone de acuerdo, es capaz de mover incluso un elefante.
SOBRIEDAD
La historia de las grandes prestaciones deportivas nos induce a pensar que el gesto deportivo común de ellas sea la sobriedad. Si pienso a la historia de tantísimos santos y santas es evidente que mantener la sobriedad no significa solamente renunciar a ciertos elementos y distracciones. La sobriedad es, para mí, como vivir en las afueras de la ciudad. Te permite ver y comprender mejor el centro. Abstenerse y abstraerse un poco de la urbe para, eventualmente, entenderla mejor y acoplarse sin problemas. En la antigüedad, los soldados demostraban una gran sobriedad. De hecho, es a través del ejercicio y el deporte que se canaliza la sobriedad. El deporte representa todo esto de manera clara: se renuncia a ciertos placeres para no perder la concentración y el norte de la disciplina.
REDENCIÓN
Cuando hablamos de deportes, hablamos de redención. Las disciplinas deportivas están llenas de personas que, con el sudor en la frente, lograron abatir a otros que nacieron con el talento en los bolsillos. Los pobres tienen sed de redención: dales un libro, un par de zapatos, una pelota y te sorprenderá ver hasta dónde podrían llegar con sus andanzas. El hambre, aquella real, es la motivación más formidable para el corazón. Significa mostrar al mundo lo que vales, captar la única ocasión que te dan y jugártela. Esta gente no quiere escuchar historias de vida, quiere vivir experiencias en primera persona. Tienen hambre y sed de redención. Por esto hay innumerables historias en el ámbito deportivo que conmueven.
Así concluye el Papa la explicación de los aspectos que considera inamovibles en el mundo del deporte, no sin antes augurar un mensaje de transparencia y reflexión, en donde desea y sugiere a todas las personas que practican alguna disciplina deportiva que es mejor una derrota limpia que una victoria manchada.