La memoria es muy frágil y por ello tiene sus límites en cuanto a la veracidad de sus contenidos. En un recuerdo se pueden introducir acontecimientos, detalles que no corresponden al recuerdo en cuestión en sí mismo y esto lleva al llamado “falso recuerdo”, o parcial e incompleto recuerdo. Este hecho puede llevar al individuo a situaciones muy negativas.
Las neuronas recogen los recuerdos, pero el individuo puede mezclar sus recuerdos con cuestiones vividas o simplemente vistas, que no pertenecen a dichos recuerdos.
Por ello la llamada “consolidación“ del recuerdo puede ser defectuosa.
A la memoria se acoplan cosas o situaciones inexistentes, o que no corresponden a los hechos recordados, tales como el individuo las recuerda.
Según Freud, muchos recuerdos de abusos son falsos.
El niño, al ver televisión, lo que ve puede transformarlo en su memoria en una historia vivida por él mismo.
Las personas no pueden registrar con la misma fiabilidad la totalidad de estímulos que recibe su cuerpo, por esa razón cuando el individuo está haciendo “algo”, se concentra en ese “algo”, pero no en el resto de estímulos que rodean a ese “algo”.
Y es por lo que el cerebro “retoca” los recuerdos continuamente. El cerebro “engaña”, por el complejo funcionamiento de la memoria.
El cerebro trabaja tanto con recuerdos presentes como pasados, recolocando cada escena de la vida del individuo, por ello cuando al individuo le viene a la mente un recuerdo, se trata solo del recuerdo de esa “emoción”, porque el cerebro proyecta nuestros recuerdos actuales, al momento del pasado en el que el individuo vivió la situación recordada.
La memoria está diseñada para cambiar, no para reproducir los hechos (Dra. Donna Jo Bridge de la Universidad Northwestern Bridge).
La mente del individuo combina las experiencias del pasado y las del presente para actualizar los recuerdos, al objeto de que los recuerdos encajen en nuestro momento actual. Se trata de un mecanismo de “supervivencia”. Esta “adaptación” ayuda a la persona a afrontar los obstáculos que se encuentra en el transcurso de su vida.
En otro aspecto de este proceso, el cerebro “graba” los datos que considera importantes y omite los detalles, almacenando, por ende, un recuerdo incompleto de las vivencias del individuo.
“El cerebro deja “huecos” (Patricia Fernández Gil). Cuando la persona rememora una vivencia, su cerebro la está construyendo de nuevo para crear una historia coherente. El cerebro necesita rellenar esos “huecos”, lo que hace con deducciones a partir de la propia experiencia, intuición o sentido común del individuo. Cada vez que la persona invoca un recuerdo realiza un “trabajo mental” de “creación parcial” de reproducción fidedigna, pero que resulta parcial. Lo que ocurre es que cuando el cerebro “graba” una información, resultado de rellenar esos “huecos”, la acepta y de ahí vienen los “falsos recuerdos”, que parecen reales. La nueva historia se convierte en real.
La memoria decide a qué prestamos atención y trabaja con “ideas clave”, eliminando los detalles insignificantes. Cuando el individuo va al cine, se acordará, generalmente, de la película y de la persona o personas con las que fue, pero, normalmente, no recordará el color de las butacas, o a la persona que se sentó a su lado. En este sentido, dos personas recuerdan de distinta forma un hecho o acontecimiento determinado, dependiendo de la forma e incluso del estado de ánimo, con los que recuerdan dicho evento.
En un procedimiento judicial, la declaración de un testigo carece de plena fiabilidad, bien por el tiempo transcurrido, en su caso, por vivencias posteriores, por su estado de ánimo, o el contexto de un nuevo lugar y tiempo, entre otros factores. (Facundo Manes. Neurólogo). Todos, o alguno de ellos pueden ser causa de que la memoria integre nueva información añadida que no corresponde fielmente a los hechos recordados. “Estas vivencias posteriores pueden distorsionar el recuerdo”.
Esa “acomodación” del recuerdo que hace el cerebro tiene una función adaptativa, que permite llegar a la resolución de situaciones problemáticas.