La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva. Es la segunda
enfermedad más prevalente en la actualidad después del Alzhéimer y pertenece a los llamados Trastornos del Movimiento.
Se conoce comúnmente como enfermedad de Parkinson en referencia a James Parkinson, el doctor que la describió por primera vez en 1817 en
su monografía Un ensayo sobre la parálisis agitante
(An essay on the shaking palsy).
La EP se caracteriza por la pérdida (o degeneración) de neuronas en la sustancia negra, una estructura situada en la parte media del cerebro. Esta pérdida provoca una falta de dopamina en el organismo, una sustancia que transmite información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. La falta de dopamina hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos, como el temblor en reposo o la rigidez.
Causas
A día de hoy no se conoce la causa última de la EP. Sin embargo, se considera que podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo. El párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa en el mundo, con alrededor de 10 millones de enfermos, y existen cada vez más evidencias que lo relacionan directamente con la composición y las funciones de las bacterias de nuestro intestino. Parece un fenómeno inconexo, pero la medicina ha reunido importantes evidencias sobre la relación que existe entre el aparato digestivo y el trastorno
neurodegenerativo. Investigadores de EE.UU. afirman que han encontrado nuevas pruebas de que el mal de Parkinson, que afecta a casi un millón de
personas en el país, podría iniciarse en el tracto gastrointestinal propagándose al cerebro por vía del nervio vago. Las conclusiones «proporcionan pruebas adicionales del papel del tracto digestivo
en el mal de Parkinson y nos dan un modelo para estudiar la progresión de la enfermedad desde su comienzo», manifiesta el profesor de Neurología de
Ted Dawson, de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (EE.UU.).
El párkinson se caracteriza por el desarrollo de una proteína mal plegada, denominada alfa-sinucleína, en las células del cerebro. Conforme ese tipo de proteína se va amontonando, causa la muerte de los tejidos nerviosos, dejando restos de materia cerebral muerta.
Conexión entre el cerebro y el intestino
El estudio se basa en las observaciones hechas en 2003 por el neuroanatomista alemán Heiko Braak, quien demostró que los enfermos con párkinson tienen también acumulaciones de alfa-sinucleína en partes del sistema nervioso central que controlan el intestino. De acuerdo a la hipótesis de Braak, ese mal avanza por los nervios que conectan el intestino con el cerebro como si estuviera subiendo una escalera.
Otro de los autores del análisis de la Universidad Johns Hopkins, Hanseok Ko, destacó que la aparición de alfa-sinucleína mal plegada es «consistente» con algunos de los primeros síntomas de la enfermedad, como el estreñimiento.
En la investigación, los expertos comprobaron si la proteína podía trasladarse a través del nervio vago, que funciona como un cable eléctrico desde el estómago y el intestino delgado hasta la base del cerebro. Para ello, inyectaron 25 microgramos de alfa-sinucleína sintética mal plegada, creada en laboratorio, en el intestino de decenas de ratones sanos. A lo largo del experimento, los científicos hallaron pruebas de que la alfa-nucleína
comenzaba a construirse en las conexiones entre el nervio vago y el intestino, y se expandía por todas las partes del cerebro. Al igual que ocurre en los humanos con párkinson, el control motor de los ratones se deterioraba a medida que la enfermedad avanzaba. «Esta investigación es verdaderamente importante porque nos brinda una de las evidencias
más contundentes hasta el momento de que el Parkinson puede iniciarse fuera del cerebro, y esto es una idea revolucionaria que está empezando a surgir en el mundo científico», señaló Claire Bale, de Parkinson UK.
«Entender dónde y cómo se origina el Parkinson será absolutamente crucial para desarrollar tratamientos que pueden detenerlo y potencialmente evitarlo». Mientras, tal y como decía Connie Carpenter-Phinney (estadounidense, campeona mundial de ciclismo), «¿Cómo luchamos
con esta bestia? Vivir con una enfermedad incurable como el Parkinson es muy diferente de vivir con una enfermedad terminal. Esta es una enfermedad con la que vas a vivir durante mucho tiempo. Realmente tienes que llegar a estar en paz con eso».