Última actualización el octubre 6, 2024
Procedente de la voz latina <<prostituere>> que significa originariamente “deshonrar” o “manchar”, también es conocida con el nombre de “meretricio”. La prostitución consiste en tener relaciones sexuales con personas extrañas a cambio de dinero u otros objetos de valor. Está implícito que el pago se realiza para obtener una gratificación específica. La prostitución es un servicio que puede ser efectuado por hombres o mujeres a solicitud bien de hombres o de mujeres, tiene lugar en las ciudades de todo el mundo y presenta ciertas características comunes, aunque el número de prostitutas puede variar enormemente de una ciudad a otra que se encuentre próxima a ella. El concepto de prostitución ha variado tanto según las épocas, como los pueblos y hasta desde el punto de vista jurídico, social y médico.
Hay diferentes puntos de vista a analizar para poder responder a la pregunta que da título a esta reflexión.
Por un lado quienes consideran que la prostitución es una forma privilegiada de ejercicio del poder patriarcal y que es una forma de esclavitud sexual para las mujeres, en las que éstas sólo pueden ser víctimas o cómplices de los hombres. No diferencian entre prostitución forzada y por decisión propia, pues una situación de esclavitud nunca puede ser voluntaria. En consecuencia, las prostitutas son vistas siempre como las víctimas por excelencia y el ejercicio de la prostitución como algo degradante e indigno en sí mismo. Para ellas la alternativa es la abolición de la prostitución y la reinserción de las prostitutas independientemente de lo que éstas quieran, o dicho de otro modo, dando por sentado que esto es lo que quieren todas ellas.
Por supuesto es algo intolerable cuando se trata de mafias que obligan a niñas o mujeres a prostituirse. En cambio cuando hablamos de casos en los que el intercambio de dinero a cambio de sexo es totalmente libre y voluntario entonces, luchar contra el estigma que tienen las mujeres que se dedican a la prostitución es cuestionar uno de los pilares de la ideología patriarcal: la idea de que existen “buenas” y “malas” mujeres Una idea que, pese a todos los cambios que se han producido en este terreno, nos divide y cataloga a las mujeres en función de nuestra sexualidad (Garaizábal, 2002). Desde otro punto de vista se debe tener en cuenta que si una mujer se dedica a limpiar casas o cuidar de otros niños por dinero mientras su marido esta en paro, a la sociedad le despierta pena, pero sin hablamos de una mujer que se dedica a practicar sexo por dinero se da por echo que su pareja será un chulo. Este tipo de pensamientos están muy arraigados en nuestra sociedad y ayuda a estigmatizar a cualquier mujer que se dedique a la prostitución, sin tener en cuenta el caso particular de cada una.
Por otro lado, cara a la represión de prostitutas, cabría objetar -y así se hace desde diversos ambientes- que la pasión natural del hombre, su desarrollo sexual “normal”, exige “desahogos” ocasionales. Para estos tales, la prostituta sería un fenómeno inevitable. Sin embargo, en las grandes ciudades, el desarrollo sexual se caracteriza por una hiperactividad prematura -fruto de la permisividad- que constituye una excitación puramente ficticia del instinto. El instinto desempeña en la prostituta un papel mucho menos importante de lo que se afirma, y gran parte de lo que se ha considerado como “fisiológico” es, sin duda, un mal social, atajable. Muchas de las prostitutas han llegado a ese modo de vida por una serie de circunstancias ambientales. Este punto de vista esta más cerca de considerar la prostitución como violencia de género de ahí, que la prostituta pueda ser combatida eficazmente por medio de una política social que modifique aquellos factores ocasionantes (vivienda, educación, igualdad de salarios respecto al hombre, cualificación profesional, etc.) y que proteja a las jóvenes contra las solicitaciones de personas u organizaciones proxenetistas. Siempre en casos en los que la mujer afirme o se demuestre que no se dedica a eso de forma totalmente libre y/o voluntaria. Lo importante es eliminar las causas morales; algunas tienen su raíz en aquella pretendida dualidad de las diferentes morales en materia sexual exigidas al hombre y a la mujer. La solución no será, en ningún caso, rebajar el nivel de exigencia moral en las mujeres -como reclaman solapada o explícitamente algunos movimientos feministas-, sino más bien elevar la actitud moral en la conducta de los hombres; terminar -por parte de la autoridad pública- con el permisivismo social, promover una política de protección a la familia, elevar el nivel de educación y subvencionar suficientemente centros e instituciones para la reinserción social de estas mujeres.
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